8 de marzo de 2007 - Día Internacional de la Mujer
    PAULINA LUISI
   

Cuando nos planteamos la tarea de buscar mujeres uruguayas ilustres, me quedé un poco impresionada con la cantidad de mujeres que hicieron grandes aportes para la construcción de nuestro país. Solo podía elegir una, así que me quedé con Paulina Luisi que aunque nació en Argentina, sus padres se trasladaron a Uruguay cuando ella tenía apenas 2 años.

PAULINA LUISI nació en la provincia de Entre Ríos. Fue la primera de ocho hermanos: poco después de su nacimiento su familia se trasladó a Paysandú.

Era hija de Ángel Luisa y Mª Teresa Josefina Janicki. Los Luisi Janicki fueron una familia de trabajadores que se desarrolló en un ambiente de resistencia, y lucha, de rebeldía. Traían consigo un caudal de conocimientos pedagógicos, culturales, etc. muy liberales. Ideas muy progresistas reinaban en ese hogar, que no estaban de acuerdo con los prejuicios y la religiosidad de la época. Nadaban contracorriente, y esa actitud no era nada cómoda. Por el contrario les trajo mil y un problemas. Así se explica la clara prédica dirigida a todas las hijas, que debían bastarse por si mismas, ser seres independientes. De los ocho hijos del matrimonio, las seis mujeres estudiaron magisterio, aunque Paulina, Inés y Clotilde, continuaron carreras universitarias.

 



Paulina fue la primera médica de nuestro país. Inés fue también doctora en medicina y Clotilde fue la primera mujer que se recibió de abogada en el Uruguay.

Con 12 años Paulina ingresó al internado Nacional de Magisterio. Toda su familia entonces se trasladó a Montevideo. En 1890 a los 15 años se recibió de maestra normalista. En 1893 se recibe de maestra de segundo grado, y un año después se recibe de maestra de tercer grado y bachiller. Seis años después en 1900 ingresó a la facultad de Medicina, y se convirtió en 1908 con 33 años en la primera mujer en Uruguay que logró el título de Doctora en Medina y Cirugía.

Estudiar en la facultad de medicina le resultó difícil. Unos años antes a otra estudiante se le negó la posibilidad de rendir exámenes de bachillerato, fundamentándose la negativa en: “hacer cocido y hacer calceta, la olla y la aguja, ése es el horizonte obligado de nuestras mujeres cualquiera sea su posición social, sus tendencias y aptitudes”

A Paulina le permitieron cursar la carrera, pero el ambiente de estudio le era totalmente hostil. Cuando Paulina Luisi estudió medicina, tuvo seis años de lucha incesante, porque salvo el apoyo de los padres, sobre todo el de su madre, toda la sociedad estuvo en contra.

“¡Cómo esa mujer se mete ahí en la Facultad de Medicina, con hombres a ver cuerpos desnudos, a tocar enfermos, a auscultar, a palpar! ¡Qué van a pensar de ella y de su familia, que es una loca!”

Todos los días encontraba un miembro masculino cortado en su túnica. Tiene que haber sido una poderosa mujer que además era muy buena médica, con una poderosa mente, para haber vencido en esa lucha.

El Propio testimonio de Paulina decía “había compañeros que llenaban las paredes del hospital de leyendas poco agradables para mi”

Su trabajo como médica fue más sencillo. Para ejercer la medicina tuvo menos dificultades porque se hizo especialista en señoras y niños y hubo una cantidad de mujeres que, por esa misma estupidez reinante, no querían que las vieran ni las tocaran hombres ginecólogos. Preferían a una mujer. Sin embargo no tenía todo a su favor. La misma Paulina decía “muchos maridos jóvenes traían las señoras a mi consultorio, pero los viejos no.”

La escritura de Paulina es emblemática de una serie de preocupaciones sociales que definieron la primera mitad del siglo veinte.
Al graduarse en medicina y practicar la ginecología, incorporó a su escritura su preocupación por el cuerpo de la mujer como carne de placer en un extremo, y como símbolo de maternidad en el otro, y se dedicó a combatir ambos conceptos. Unió la ética social y personal, al conocimiento médico para denunciar el comercio sexual y las enfermedades que minaban, no sólo el cuerpo femenino, sino el cuerpo social.
Defiende que la mujer y el hombre deben ser responsables por igual ante el sexo y sus consecuencias, los embarazos no deseados, las enfermedades venéreas, etc.

 

Encontramos escritos de Paulina en que puntualiza “Quiere el feminismo demostrar que la mujer es algo más que materia creada para servir al hombre y obedecerle como el esclavo al a su amo: que es algo más que máquina para fabricar hijos y cuidar de la casa, que si es su misión la perpetuación de la especie, debe cumplirla más que con sus entrañas y sus pechos, con la inteligencia y el corazón, preparados para ser madre y educadora.”

En diciembre de 1932 se conquista por fin el derecho al voto de las mujeres por el que ella tanto luchó. Entre el primer proyecto y la aprobación definitiva de la ley, transcurrieron 18 años.

Paulina estuvo claramente en contra de la dictadura de Gabriel Terra entre 1933 y 1938 , y cuando llega el momento de votar por primera vez en su vida, prefirió no hacerlo en apoyo a los sectores democráticos que impugnaron esas elecciones. Además recomienda que la mujer no vote por entender que las mujeres serían conducidas por los políticos conservadores.

Renuncia a sus cargos de representar al gobierno en el extranjero, se queda en Uruguay y participa en la formación del frente opositor a la dictadura y contra el fascismo.

Paulina fue también una gran luchadora por la paz. Su defensa constante de la dignidad humana la sumó a los opositores del fascismo europeo en la década de los treinta. Tuvo tanta capacidad de lucha, y entrega a causas tan grandes, que hace que su recuerdo llegue hasta nuestros días.

Paulina falleció en 1950, el día en que los uruguayos festejaban el maracanazo.

Paulina Luisa tenía muy claro que vivimos en democracia, pero la democracia es un punto de partida, no de llegada. Y es, además una construcción infinita. Ella exige para perfeccionarse que nosotros protestemos, nos indignemos y que exijamos.